Amenaza de bomba: una broma que puede terminar mal

En el transcurso de este mes, tres colegios geselinos recibieron llamados anónimos alertando falsamente sobre la existencia de un explosivo. Un chiste peligroso que no solo propicia un momento angustiante sino que, además, expone judicialmente al que lo realiza.

noticias@gesell.com.ar | Suena el teléfono. Al otro lado, una voz anónima advierte sobre la presencia de un explosivo. La comunicación se corta y, automáticamente, el ambiente se llena de pánico. ¿Hay una bomba en el colegio? La respuesta es buscada con desesperación por las autoridades del establecimiento y todo el personal policial convocado tras la alarma. Después de tensas horas, se descubre la verdad: todo ha sido parte de una fantasía montada por un bromista.

La historia se repite como si fuera escrita sobre papel carbónico. Así sucedió tres veces en el mes, la última de ellas en la Escuela 3. En todas las oportunidades se siguió el protocolo sugerido para estas circunstancias: evacuar rápidamente el colegio, llamar a las autoridades policiales y llevar adelante el escudriñamiento del lugar con los especialistas (que, en este caso, fueron policías, bomberos de la División Explosivos y miembros de la Dirección de Seguridad. Durante varias horas, las fuerzas de seguridad locales estuvieron concentradas en una broma de adolescentes mientras la ciudad tal vez necesitaba su presencia en delitos reales y delicados.

Pero el chiste no siempre termina en risas. Hay casos en donde la Justicia descubrió al que realizó la amenaza y le imputó duros cargos. El año pasado, por ejemplo, un alumno de un colegio en el barrio porteño de Belgrano fue descubierto y automáticamente procesado por “intimidación pública”, un delito que lo expone a penas de entre dos y seis años, además de un embargo económico que puede ascender a los cinco mil pesos. Según la ley, una persona puede ser condenada por “infundir un temor público o suscitar tumultos o desórdenes, diera voces de alarma o amenazare con la comisión de un delito de peligro común».

En Villa Gesell, este tipo de episodios se repiten con insólita recurrencia. Muchos recuerdan el caso de aquel alumno del Instituto Anna Böttger que fue descubierto mientras efectuaba una amenaza desde un viejo teléfono público sobre la Avenida 3, a la altura de la Plaza Carlos Idaho Gesell. Fue en 1999. En ese entonces, el colegio desistió de acudir a la Justicia, aunque le efectúo una dura sanción disciplinaria. Y la medida fue probablemente aleccionadora, ya que el colegio católico no volvió a padecer ese tipo de infortunios.