La Fiesta de la Diversidad como reflejo de la sociedad geselina

Falta menos de un mes y medio para el evento más importante que, por historia, tradición y convocatoria, tiene nuestra ciudad, por lo que comenzaron las reuniones entre autoridades municipales y diversas instituciones de la comunidad para darle formato a la vieja Fiesta de la Raza, felizmente rebautizada desde 2010 con el nombre que hoy lleva.

Por J.I.P. | Estrenada en 1967 e instalada con continuidad ininterrumpida desde 1981, la vieja Fiesta de la Raza en el Mar se convirtió en el evento social y cultural más importante de Villa Gesell a fuerza de una evolución lenta pero sostenida, el intenso trabajo colectivo de toda la comunidad y su poder de convocatoria.

Más allá de la temporada (o más acá, pues está más cerca del “antes” del verano que del “después”), esta fiesta representa el intento más eficaz de toda la historia de Villa Gesell por ofrecer una opción turística alternativa a enero y febrero, concitando una cantidad siempre considerable de visitantes durante el fin de semana largo del 12 de octubre.

Es tanta la intensidad con la que la ciudad vive este evento que hasta es necesario agregar un día feriado adicional para que los miles de geselinos involucrados puedan descansar y reponerse.

Pero, además de su ineludible atractivo turístico, la fiesta (que felizmente hoy ya no se conoce como “de la raza” sino como “de la diversidad cultural”) obliga a su vez a poner en práctica una serie de mecanismos tal vez poco visibles para los turistas, pero fundamentales para una comunidad compleja aunque no todavía extensa como la nuestra.

Se trata de la convergencia necesaria entre las autoridades municipales y las numerosas instituciones que también intermedian e influyen en las relaciones sociales y culturales de la ciudad. Actores fundamentales de la Villa que, al menos una vez al año, deben sentarse en la misma mesa y ponerse de acuerdo para, en conjunto, darle formato y organización a la fiesta más importante de la comunidad.

Una relación que, como bien sabemos, no siempre fue sencilla, ya que los propósitos del poder municipal de cada momento y de las diversas instituciones contemporáneas algunas veces difirieron, ocasionando como consecuencia tensiones que han tenido mayor o menor temperatura.

Un hecho reciente puso en evidencia muchas de estas discusiones, o al menos varias de las más relevantes. Se trató de la cancelación del tradicional concurso de belleza por parte del poder ejecutivo. Aunque la decisión fue tomada de manera unilateral -es decir, sin consultarlo con los otros organizadores de la fiesta- la realidad es que la medida gozaba de aprobación en un importante sector de la sociedad. Todos reconocían un carácter estereotipador y sexista subyacente a estos desfiles entre jóvenes mujeres que compiten por ser la más linda o simpática según el criterio de un jurado.

Pero, una vez tomada la medida, también se hizo oír otro sector de la sociedad manifestando su disconformidad. Argumentaban que el concurso que coronaba a la reina de la fiesta era una tradición y, como tal, había que respetarla. Más allá de dilucidar cuál de los dos bandos tenía más razón, lo interesante de este debate es que puso en discusión una serie de imaginarios sociales que la fiesta contribuye a darles visibilidad como ningún otro evento geselino.

La fiesta como tal comenzó siendo un evento celebratorio de la comunidad española en Villa Gesell, nucleada entorno al Club Español, aunque con el tiempo la ciudad en su conjunto la fue metabolizando hasta convertirla en patrimonio ya no de una colectividad, sino de todo su conjunto. Un conjunto, por cierto, que a la vez empezó a ser integrado e intervenido por numerosos ciudadanos de otros países, como en su momento lo fueron austríacos o italianos y ahora pueden serlo bolivianos, peruanos y paraguayos. El cambio de nombre de Fiesta de la Raza a Fiesta de la Diversidad Cultural, aunque haya parecido algo meramente simbólico y solo para cuidar las formas, contribuyó a dinamizar en Villa Gesell esta integridad de procedencias geográficas cada vez más múltiples.

Claro que la fiesta no se agota sólo en las colectividades, sino que también involucra a numerosos sectores, espacios y estratos de la Villa. Desde los bomberos hasta los colegios, desde los clubes deportivos hasta las ONGs. Una convivencia que se evidencia (al menos en su forma más gráfica) a través de los stands gastronómicos y, sobre todo, en el tradicional desfile de carrozas, ambos intervenidos por las diversas instituciones locales bajo su impronta y estética particular. No hay otro momento del año donde aparezcan representados, todos juntos y en un mismo lugar, cada uno de los actores colectivos que componen y definen a la sociedad geselina.

Más allá de esta última imagen (por cierto poderosa y conmovedora en términos sociales y culturales) la fiesta también reviste interés en otro resorte importante de la ciudad: aquel que se dedica a las actividades vinculadas al turismo. Por su proximidad con la próxima temporada, este sector toma al fin de semana largo de octubre como una especie de termómetro que permite vislumbrar algo de lo que sucederá después del 1º de enero. De hecho, y sólo por citar un ejemplo, una buena cantidad de turistas vienen a Villa Gesell en este feriado solamente para buscar alojamiento de cara al verano y, en lo posible, dejarlo reservado hasta entonces.

Como vemos, son numerosos los motivos que consagran a la actual Fiesta de la Diversidad Cultural como el evento más importante que Villa Gesell tiene para ofrecer tanto hacia fuera como hacia adentro.

Días atrás, en el auditorio de la Casa de la Cultura, se llevaron a cabo las primeras reuniones del año entre autoridades municipales y representantes de instituciones. Es que falta tan solo mes y medio para la próxima edición de la fiesta y es necesario delinear los detalles definitivos. La comunidad entera, a través de muchos de sus representantes e intermediarios, vuelve entonces a someterse a este interesante ejercicio de organización colectiva, de búsqueda de una sintonía común. Así, idealmente, debería ser de aquí hasta la fiesta, que en octubre llegará a la edición 36 de una historia tensa e intensa, profunda y dinámica. Pero, por sobre todo, representativa como pocas de la profunda sociedad geselina, sus componentes y complejidades.