El día que Los Redondos pactaron un show en una juguera de Gesell

El 5 de febrero de 1988 la legendaria banca tocó en un pub geselino llamado Massachusetts, en la esquina de 3 y 114. A pesar de que el grupo tenía una ordenada planificación de sus asuntos, el recital fue pactado esa misma tarde casi de casualidad y en un lugar inimaginado para el Indio, Skay y compañía. Conocé la historia a través de un protagonista.

Por Juan Ignacio Provéndola | El fanatismo por Los Redonditos de Ricota es tal, que inclusive existen páginas web donde anónimos estudiosos relevan uno por uno los shows de los que se tienen registro. Cada lista incluye alrededor de 300 recitales, pero en ninguna de ellas aparece uno que evidentemente escapó al archivo.

Se trata de aquel que la banda ofreció en Villa Gesell el viernes 5 de febrero de 1988. Fue en Massachusetts, un ya extinto pub en la esquina de 3 y 114 frente a la Cooperativa Telefónica y el entonces Concejo Deliberante.

A pesar de la ordenada planificación que la banda solía tener con sus compromisos, el recital en Gesell fue organizado esa misma tarde y por obra de la casualidad. “Los Redondos estaban de pasada en Gesell porque la noche siguiente tocaban en Mar del Plata. Habían ido esa tarde a Makorka, que era la juguera de Kontiki, el balneario del papá de Willy Crook, y justo cayeron los dueños de Massachusetts”, cuenta Hugo Jones, presente en ese momento.

“Los tipos del pub no la acreditaban. Entonces les preguntaron a Los Redondos si querían tocar esa noche y la Negra Poli (manager de la banda) aceptó pero a cambio de poner en la caja a alguien de confianza. Willy me recomendó a mí”. El bar había abierto tarde en esa temporada y por eso sus dueños debieron programar shows en febrero, mes que no es tan habitual para una actividad de esa característica.

Así fue como Los Redonditos de Ricota terminaron tocando aquella noche del 5 de febrero de 1988 en Gesell. Apenas tenían dos discos (“Gulp!” y “Oktubre”), pero en ese show además aprovecharon para mostrar algunas de las canciones que iban a ser parte de “Un baión para un ojo idiota”, álbum que finalmente lanzarían en mayo de ese año y aceleraría el camino a la popularidad.

Pero cuando Los Redondos saltaron a la masividad ya no regresaron más a la Villa. Quedará entonces por siempre como última presentación geselina aquella pactada de casualidad una tarde en una juguera frente al mar.