Misterios, delirios y genialidades del Acuario de Villa Gesell

Mientras un grupo de vecinos trabaja a destajo ante la angustiante amenaza de que el terreno sea rematado, aquí repasamos la increíble historia de un lugar que supo ser el más importante de su especie en todo Sudamérica. Un extracto del libro “Historias de Villa Gesell”.

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noticias@gesell.com.ar | Muchos dicen que Carlos accedió para complacer a su hijo. Que los dos pusieron lo mejor de sí y que lo hicieron con entusiasmo. Que lo aguantaron todo lo que pudieron e, incluso, un tanto más, ya que el propio Gesell volvió a comprar la obra cuando ésta fue puesta en remate. Eso lo dicen muchos porque lo saben todos. Lo que nadie logra explicar es como pudo fracasar un proyecto al que no le faltaron ni ganas, ni conocimiento, ni dinero.

Como casi toda obra de la época, fue financiada con dineros de Carlos Gesell. La dirección, por su parte, corrió a cargo del arquitecto Defelice. Era una superficie cubierta de 350 metros cuadrados en avenida 1 y paseo 139, sobre la que se dispusieron galerías y peceras, un estanque vivero para estudio y depósito de peces dividido en cuatro secciones, un tanque decantador elevado de 200 mil litros, un equipo de extracción de agua de mar (con una cañería que succionaba agua de mar más allá de la rompiente) y un laboratorio de investigación marina. También tenía baños, taquillas, cámaras sépticas y una sala de proyecciones y conferencias con capacidad para 50 personas.

Las peceras poseían visores de 1,10 por 1,10 metros y de 1,10 por 0,55. Su curiosa forma cilíndrica se debía al cerámico armado de 2,2 metros de diámetro interno, lo cuál a su vez las hacía aptas para contener cualquier clase de líquido sin producir inflexión en sus paredes. Había también una pecera de más de diez metros, para peces de rápido desplazamiento. Entre las especies exhibidas, podremos mencionar a tiburones, pulpos, calamares, pejerreyes, atunes, borriquetas, merluzas, chuchos, rayas, crustáceos en general, medusas, pólipos y otras especies.

Roberto Sirio Gesell y su padre inauguraron juntos una de las ideas más ambiciosas, hermosas y delirantes que tuvo la ciudad. Fue en 1970 y, durante su existencia, fue el acuario más grande de todo Sudamérica. Funcionó hasta 1986, cuando diversos conflictos pusieron fin a la empresa y los peces fueron a dar a Parque Norte, en Buenos Aires.

En 2013, un grupo de vecinos se unió para reacondicionar el lugar y convertirlo en museo de ciencias naturales y en espacio de rehabilitación de especies marinos. Después de un año de trabajo, lograron que el Concejo Deliberante de Villa Gesell declarara al Acuario de interés histórico, cultural, turístico y arquitectónico. Un pequeño gran paso para una historia que merece volver a ser escrita.

Sin embargo, tres años después se notifica una noticia inesperada: el pedido de remate del predio por parte del Banco Provincia, a quien se le adeuda una exhorbitante cifra como producto de un crédito contraído oportunamente por Roberto Gesell. La desesperación llevó a las distintas fuerzas vivas de la ciudad a buscar algún tipo de atajo para evitar un desenlace triste. Se aguardan audiencias entre las distintas partes para definir la situación. Esperando que, de una buena vez, esta historia tenga el final feliz que oportunamente le fue impedido.

 

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