Ángel Santos Latini, el prócer de la radiofonía geselina

En el Día de la Radio recordamos a uno que, aunque no lo era, influyó como pocos en el crecimiento y desarrollo del oficio en nuestra ciudad a través de su máxima creación: Radio Villa Gesell. Antes había inaugurado un inédito y exitoso sistema de propalación musical a lo largo de la Avenida 3.

Por Juan Ignacio Provéndola | Para que el periodismo fuera periodismo, necesitó primero de los medios gráficos para desarrollar las artes narrativas e investigativas del oficio. Aunque lo que lo sacó definitivamente de ámbitos eruditos y lo convirtió en objeto de consumo popular fue aparición de la radio. Ahí el periodismo dejó de pertenecer a un universo reducido y pasó a estar al alcance de (casi) todos.

Así sucedió en el mundo entero. Y, tiempo después, también en Villa Gesell. Como muchas otras cosas en nuestra ciudad, la radiofonía de producción local también apareció en la década del ’70. Y eso fue gracias en gran medida a Ángel Santos Latini.

Antes de mudarse a Gesell, Latini había ingresado en la Policía Federal, donde no se vio seducido por las armas o los uniformes, sino por las tecnologías electrónicas y la radiotelefonía que la fuerza utilizaba para comunicarse internamente.

Una impronta que se notó ni bien se estableció en Gesell, donde puso una disquería en la que también vendía y reparaba artefactos electrónicos. Pero había otro proyecto que lo obsesionaba: instalar un sistema de radiofonía en la Villa, algo de lo que la ciudad hasta entonces carecía.

Primero experimentó circulando por las cuadras céntricas con un jeep que portaba dos grandes altoparlantes, desde los cuales transmitían música y publicidades. La apuesta generó interés y entonces se animó a algo más ambicioso: un sistema de propaladoras ubicadas a lo largo de la avenida 3 al que le puso “Radiart”. Si bien se trataba de un dispositivo bastante habitual en otros pueblos del interior, aquí tuvo gran impacto sobre todo en verano, cuando los turistas caminaban por la calle principal del pueblo escuchando una especie de música funcional que venía desde el cielo. Es que las bocinas se ubicaban en los altos de los postes de luz.

Latini sofisticó “Radiart” con un posterior servicio “domiciliario” que llegaba a la ubicación del abonado (un comercio o una vivienda) a través de que un cable que salía desde la emisora, ubicada en el local 4 de la Galería Combo de 3 y 105. La transmisión era desde las diez de la mañana hasta las cuatro del día siguiente y se podían elegir -a través de un interruptor- cuatro canales: música clásica, popular/melódica, folklore o tango.

Las largas experimentaciones de Latini en la radiofonía alcanzaron su forma definitiva a mediados de los ’80, cuando la explosión de la Frecuencia Modulada llegó a sus largos dedos y fundó una de las emisoras claves de la historia geselina: Radio Villa Gesell.

Aunque RVG se fundó oficialmente el 7 de febrero de 1980, la difusión fue durante sus primeros años a través de ese sistema de cables que hoy podríamos llamar “de puerto a puerto”. Recién tiempo después Latini actualizó su radio al sistema FM, el cual operó durante largo rato de manera “clandestina” debido a las exageradas restricciones que entonces imponía el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER), ente encargado de otorgar las licencias habilitantes.

Ángel Santos Latini no era un hombre del periodismo sino, en todo caso, un tipo de la música. Esa fue la sensibilidad que lo unió a la radio: además de vender auspicios para ganarse la vida, el Negro (como le decían) tenía un particular afán por divulgar música que le gustaba. Acaso el mayor capital que tuvo Radio Villa Gesell en toda su historia fue la increíble discoteca de vinilos que ocupaba un ambiente entero. Entrar a ese cuarto significaba ejectarse a una galaxia en la que convivían Aníbal Troilo y Charlie Parker, Argentino Luna y Juan Sebastián Bach, Manal y Nicola Di Bari.

Sin embargo, pese a no ser un hombre de la fibra del periodismo, Latini influyó como pocos al periodismo geselino. Por el estudio de Radio Villa Gesell (en el primer piso de la Galería Futura, encima del bar Bacará) pasaron un sinnúmero de periodistas geselinos derivados hacia otras radios, la gráfica o incluso el canal. Quien esto escribe tuvo la dicha de hacer sus pinitos en el oficio dentro de ese estudio que daba la espalda a una ochava imaginaria entre la 3 y la 105.

Es decir que por la emisora no sólo se transmitía música, sino que también se hacían programas, y por cierto de mucha calidad. Como el legendario “RVG Deportes”, desde el que cual se proyectó el emblema del relato deportivo en Villa Gesell: Luis María Fernández. O el recordado ciclo humorístico “Tempo di Pazzia”, de los hermanos italianos Cuozzo, quienes reforzaban la programación de verano y eran muy escuchados.

Además de coleccionar discos y darle formato al universo radiofónico geselino, Latini también se reservó para sí mismo un programa: “RVG Tango”. Fue la única vez que se animó a estar al frente del micrófono. Era un gusto personal: el tango era su música favorita. La “música ciudadana”, como decía él mismo en cada apertura del envío.

Pero, lejos de ser un ortodoxo, Latini (como buen radioaficionado) siempre andaba con las antenas alertas, dispuestas a sintonizar ondas alternativas. Y así descubrió -antes que muchos- a ese género que empezaba a cundir cada vez más entre los jóvenes: el rock. Moris, quien dio origen en Gesell durante el verano de 1966 a Los Beatniks (la primera banda que grabó un disco de rock en el país), recuerda con cariño el aporte decisivo del Negro para ayudarlos a tener buen sonido durante sus modestos pero fundamentales shows iniciáticos en la Villa. Otra amistad fue con Eduardo Fazio, del Dúo Vivencia, quien compuso la cortina más recordada de la radio: «Villa Gesell es el sol», conocida porque durante muchos años se pasaba completa en cada cambio de hora.

Tras la muerte de Ángel Santos Latini, en 1995, Radio Villa Gesell pasó varias veces de mano hasta que desapareció antes de finalizar la década. La frecuencia 95.7 Mhz del dial nunca sería lo mismo a partir de ese entonces.

La emisora fue desarmada y, con ella, la fabulosa discoteca. Esa Biblioteca de Alejandría de los vinilos cuyo destino se ignora. Y que significaron -ni más, ni menos- la banda de sonido de Villa Gesell durante algunas de sus décadas más esplendorosas.