Historias del rock en Gesell #2: La Mancha de Rolando
El grupo se presentó en el escenario de la playa municipal, aunque no es la primera vez que toca en la ciudad. El vínculo con Gesell data de sus inicios como banda y son muchas las anécdotas acumuladas desde ese entonces.
Por  Juan Ignacio Provéndola | “Nosotros hacemos el veraneo del rock, no el veraneo  del veraneante. ¿Qué hace el veraneante?: se levanta, va a la playa con la  sombrilla, después no sabe qué hacer, va a comprar churros, da la famosa vuelta  al perro, se compra un aro en la feria artesanal y después se tatúa una rosa  con un arma en el brazo. ¿Pero por qué te hiciste esa mierda?, ¡porque estaba  al pedo!, ¿¡qué querías que haga!?. Ese verano nunca nos excitó”.
La primera vez que La Mancha  de Rolando visitó Gesell como banda, fue en 1994. De ahí en adelante regresaron  casi todas las temporadas. Por eso Manuel Quieto, su cantante, conoce bien de  cerca la cultura del veraneo. Aunque afirma que no es la que lo identifica a  él, precisamente. “Nuestros primeros  shows eran espantosos. Y nuestros primeros discos, también”, agrega.
Su base de operaciones en  aquella temporada era San Clemente, pero venían a Gesell varias veces a la  semana en el flete de un amigo. “Tocamos  en la playa y también en una especie de desagüe que había en la playa a la  altura de la 115. Andá a saber qué era eso, pero era el único lugar libre que  encontramos y el público muy gentilmente nos escuchaba poniéndose al costado  del agua esa”, recuerda Manuel Quieto. 
Las primeros veranos fueron  muy duros. Algunas noches durmieron en la playa, hasta que finalmente equiparon  un Mercedes Benz 1114 multiuso.“Una vez,  en 1997 o 1998, vino la policía para echarnos a la mierda, porque nosotros  parábamos el bondi donde pintaba y nos quedábamos horas y horas hasta que algún  vecino que quería sentirse en Punta del Este llamaba para quejarse porque veía  a 10 crotos en calzoncillo y medias con el cepillo de dientes en la mano,  jaja”, evoca Manuel Quieto. “Pero  tuvimos el culo de que a uno de los policías lo conocíamos porque era de  Avellaneda, así que nos tiró el dato de un lugar para poner el micro sin que  nadie lo vea”. Se trataba de una construcción abandonada a la altura de 3 y  150, que resultó ser el lugar donde tiempo atrás había funcionado el boliche  Caramba.
Tocaron en lugares tales como  El Tren o Luna Latina. Este último fue cambiando de nombre sucesivos veranos  hasta encontrar el definitivo: Kilómetro 20. El cambio de milenio encontró a La  Mancha de Rolando proyectada hacia cotos de convocatoria cada vez mayores. Eso  se vio reflejado en las comodidades de las que el grupo podía valerse en esos  veranos. Entre 2000 y 2002 alquilaron una casa en Boulevard y 104, cerca de los  campings. “La alquilamos varias veces  porque era la única que permitía a una banda de rock de diez personas. Tenía  fondo amplio con parrila y adentro la casa no tenía nada que se pudiera romper.  Encima a la dueña le arreglamos el motor del agua que se le había roto, así que  quedamos bárbaro”, detalla el cantante.
A medida que avanzaban los veranos, crecía la consideración de los productores de shows en La Mancha, que año a año aumentaba su convocatoria en sus shows, fundamentalmente los de la playa (un clásico). Lo que nunca cambió es el lugar al que iban a hacer el tercer tiempo tras los conciertos nocturos: el Bar Tobby. Ahí pactaban encontrarse con otro grupo que hizo base de público en Gesell para luego explotarlo en el mercado grande de la Capital: Los Tipitos.
 
               
   
   
                             
 
 
 
 
   