La enigmática estancia de Julio Iglesias cerca de Gesell

El cantante compró en 1981 una finca camino a Las Armas en la que planeó faraónicas obras. Pero sólo la visitó dos veces y terminó vendiéndola después de tener problemas por un intento de remate tras perder un juicio por plagio, y también por una deuda impositiva que terminó en escándalo. La historia de “Momentos”, el conflictivo paraíso que Julio Iglesias soñó tener cerca de Gesell.

Por Juan Ignacio Provéndola | A principios de los 80’, Julio Iglesias tenía mucho éxito en Argentina, al punto que incluso la mitad de sus músicos eran de nuestro país. Sus permanentes visitas le generaban amigos, oportunidades y negocios. Algunos interesantes y otros extraños. Como la “La felicidad”, una estancia a 22 kilómetros de la ruta 2, entre Villa Gesell y Las Armas, que compró en 1981.

Pagó por ella un millón de dólares sin haberla visto más que por los videos que filmaba y le enviaba su hermano Carlos, quien se encargó de concretar la operación y, además, de dirigir las obras posteriores en la finca.

Julio Iglesias la rebautizó como “Momentos” -nombre de uno sus discos más exitosos- y en una entrevista ya se imaginaba “viviendo parte de mi vida allí, y que cuando pase por las calles la gente del pueblo me saluda y me quiera”. Era su tercera casa, además de una en su Madrid natal y otra en Miami, su residencia habitual.

Pero lo cierto es que Julio Iglesias visitó por primera vez su estancia cerca de Gesell recién en 1983, dos años después de haberla adquirido. Estaba originalmente en Mar del Plata y viajó acompañado por el entonces reconocido conductor televisivo Juan Alberto Mateyko.

A pesar del tiempo transcurrido desde su compra, el lugar aún seguía en refacciones. “Quería darle un estilo propio, mezcla de español y argentino, con un quincho amplio, para recibir amigos”, describió un periodista en ese tiempo. Es que la presencia de Julio Iglesias en Argentina era todo un evento para la prensa y los cronistas se lanzaban en manada a seguir cada paso del cantante madrileño en su nueva estancia. Muchos recuerdan la experiencia de Yayi Villegas, corresponsal de Editorial Perfil que fue intempestivamente besada en la boca por Iglesias mientras hacía guardia con otros periodistas en la entrada de la finca.

Lo cierto es que las obras que pondrían en funcionamiento la estancia Momentos se extendieron en el tiempo como las obras faraónicas del viejo Egipto que nunca acababan. Los planos originales incluían un chalet de tren plantas, decenas de habitaciones con baños particulares en mármol de Carrara, siete casas para personal de servicio, ocho caballerizas, dos quinchos, canchas de fútbol y tenis, una pileta de 17 metros, una fuente de 27 por 18 y hasta nueve molinos.

Trabajaron un total de 130 obreros para construir una edificación de mil metros cuadrados con 400 galerías, un comedor de 300 metros y el dormitorio particular del cantante con otros cien.

La finca, además, llegó a tener  más de 3000 cabezas de ganado y una centena de caballos árabes. Inclusi habían pensado  en una especie de parque natural con ciervos, venados y liebres, lo cual despertó el interés en una empresa turística de Japón que propuso un recorrido entre Bariloche, Iguazú y Río de Janeiro que incluyera también a la estancia de Julio Iglesias como escala. “La visita será, dentro de unos años, tan obligada como lo es ahora el vistazo a la Casa Rosada, la Boca o la tumba de Evita Perón”, aseguraba un entusiasta periodista del diario ABC de España que en 1984 dio cuenta de ese proyecto en un artículo.

Por un momento parecía que Julio Iglesias quería edificar en Momentos su propio paraíso en vida. Pero nada de eso ocurrió: el cantante estuvo en su finca apenas dos breves ocasiones que, en total, no suman tres horas. Un espacio de tiempo minúsculo, pero inversamente proporcional a la cantidad de problemas que luego le generó ser propietario de esa estancia.

Sucedió que en 1985 el cantante Norberto Larry Moreno le inició un juicio porque consideró que siete compases de la canción “Morriña” de Iglesias eran idénticos a los de una suya llamada “Yolanda”, compuesta 1964. Después de largos ajetreos por los tribunales, el cantante madrileño sería declarado culpable ocho años más tarde.

Julio Iglesias apeló el fallo pero no tuvo éxito. Entonces decidió demorar el pago de la indemnización (cifrada en 300 mil dólares), hasta que la justicia argentina lo presionó ordenando el remate de el único bien que tenía en el país: la estancia cercana a Villa Gesell.

La noticia del remate despertó mucha atención y comenzaron a circular varias versiones. Una de ellas daba cuenta del interés de una empresaria que no sólo quería comprarle a Iglesias la estancia, sino también un show para que ofreciera a modo de “reinauguración”.

Todas estas especulaciones, sin embargo, fueron echadas por la borda pocos días antes del remate, cuando el propio Iglesias finalmente pagó la indemnización que él mismo cuestionaba y, de ese modo, salvo a “Momentos” de un final que poco tenía que ver con los ambiciosos planes originales.

Pero los problemas no acabaron. Poco después Julio Iglesias vivió un insólito conflicto impositivo, en el cual le reclamaron una fuerte deuda que saldó pero que jamás llegó a las arcas del fisco bonaerense. El cantante pagó el dinero reclamado, cien mil dólares, con dinero que consiguió vendiendo vacas de la estancia.

Finalmente se comprobó que el agente recaudador encargado de cobrar esa deuda había desviado los fondos, por lo cual fue condenado, quedando Julio Iglesias libre de culpa y cargos. Pero ya había sido demasiado: superado el incidente, el cantante le colgó a “Momentos” el cartel de venta”. “Me compré una casa preciosa en Gesell que debí vender porque no iba nunca”, contó Iglesias hace poco, aunque sin profundizar demasiado en esa historia. Algo similar a lo que hizo el nuevo dueño de la estancia: le puso el nombre de «La felicidad», como si tampoco le interesara mucho recordar aquel pasado.