La calle que tuvo mil nombres y solo se la conoce por su número

Como una aguja fina y larga, la avenida 3 atraviesa la ciudad en toda su extensión acompañando al mar en una línea paralela que, con distintos nombres, llega hasta las últimas profundidades urbanas del partido. Fragmento del capítulo «Avenida 3: la calle entre las calles», del libro «Historias de Villa Gesell».

 

Fragmento del capítulo «Avenida 3: la calle entre las calles”
(CAPÍTULO DEL LIBRO “HISTORIAS DE VILLA GESELL”)FB HVG

Ideada como el eje neural de la ciudad, Carlos Gesell pensó para ella el nombre de “Avenida del Comercio” como una forma muy cabal de poner en evidencia las intenciones que para ésta guardaba. Cambió su denominación por la de “Avenida Don José de San Martín” en un acto que el propio fundador organizó el 17 de agosto de 1950 (coincidiendo con otro aniversario del fallecimiento del Libertador) en el terraplén de la residencia de la familia Ahlmark que tiempo después serviría para instalar el primer surtidor de nafta por la 3 y 104.

Pero será por siempre “La 3”, a secas, sin nombres propios ni definiciones viales. Esa misma calle que comienza como un recodo de la Avenida Buenos Aires, puerta de acceso a la Villa que lleva directo al mar si es que 300 metros antes no se gira a la izquierda para comenzar un recorrido que, originalmente, terminaba en los propios confines de la ciudad. Allí, por la 114, donde yace triunfante ese inmenso médano que el Viejo Gesell le puso “El Gateado” en honor a un indomable caballo con el que, a la vista de su vigencia, aún a la fecha lo sigue emparentando esa indoblegable característica.

En su primer tramo se ve lo que muchos llaman “el Microcentro geselino”, en el cuál conviven comercios de toda índole y algunas galerías que reflejan el espíritu que los primeros arquitectos perseguían al procurar integrar el espacio público con el privado, como el Paseo de los Artesanos (que aún conserva árboles en su manzana interior), la Plaza Primera Junta (cuyos dos de sus tres creadores, Luis Castellani y Jorge Musotto, trabajan actualmente en su remodelación), la Galería Torino (una calleja con escalera que le valió a Osvaldo Bevaqua el primer premio que el Municipio entregó en su historia), la Galería Futura (obra de Ernesto Pérez Silva y con Bacará como vigía) o la misma 105 y 3, esquina que alguna vez gozó de una bella arquitectura abierta con una terraza y una escalera en plena vereda sobre la que Carlos De Felice ideaba iniciar un cerramiento techado que llegara hasta la avenida 2.

A partir de la 106 (que a sus laterales tiene un tramo de 200 metros de tránsito peatonal perpetuo) se extiende “la City”, es decir, la zona de álgida actividad administrativa. Papeles, firmas, cheques, sobres y formularios van y vienen en apenas dos cuadras que concentran el Palacio Municipal, dos bancos estatales, el Correo Argentino y algunos de los cafetines preferidos por los empleados de tan trascendentales instituciones para la vida de la comunidad.

La Casa de la Cultura (donde funcionó el Quick, primer cine geselino), la Plaza Carlos Idaho Gesell y la Feria de los Artesanos se alternan entre comercios antes de llegar a la curva de “El Gateado”, donde comienza “la 3 ancha” que en una época estaba dividida en dos por una hilera de tamariscos centrales que proponía la idea visual de un mini-boulevard. Era el viejo camino hacia lo desconocido, en un tránsito que luego involucró a Juguelandia (más conocido como “El Castillito”), la Terminal de Ómnibus y la conexión con varios campings y las localidades del Sur, misterios en los que el turismo masivo recién se animó a penetrar en los últimos años.