Luis Alberto Spinetta en Gesell: la historia detrás del bronce

Un fragmento del capítulo del libro “Historias de Villa Gesell” que detalla la experiencia de Balada para un Kaiser Carabela», la película que el Flaco Spinetta y cineasta local Fernando Spiner hicieron en nuestra ciudad.

EL CAPITÁN BETO SOBRE EL COHETE DE ENJOY
(Capítulo del libro “Historias de Villa Gesell”)
FB HVG

Solo tres acontecimientos lograron cortar el tránsito en la Avenida 3 durante varios días: la peatonal de verano, los desfiles de la Fiesta de la Raza y la presencia de Luis Alberto Spinetta en Villa Gesell. Fue en 1987, cuando el cineasta Fernando Spiner lo convenció de protagonizar un cortometraje rodado en la ciudad.

Antes de dedicarse a la realización cinematográfica, Spiner había transitado su adolescencia en Villa Gesell entre el secundario del Instituto Anna Böttger,  discos de Arco Iris, Yes y Led Zeppelin suministrados por un aún ignoto Alejandro Lerner y una profunda admiración por la obra de Spinetta. Luego de filmar el corto “Testigos en cadena” (“un documental sobre la dictadura hecho en la dictadura”, describe), Spiner se instaló en Roma y cursó Dirección de Cine y Televisión en Cineccità, un legendario complejo de estudios de 600 mil metros cuadrados creado según las necesidades audiovisuales del régimen de Mussolini y que, con el tiempo, se constituyó en lo que llamaron “La Hollywood sobre el Tíber”.

A su regreso de Italia, un conocido en común lo vinculó con Fito Páez y Luis Alberto Spinetta, quiénes en ese entonces estaban grabando “La, la, la”, un disco que ambos sacaron en sociedad durante 1986. Luego de varios intentos frustrados por falta de presupuesto, finalmente Spiner le acerca a Spinetta el guion de un cortometraje ambientado en Villa Gesell. El músico, que nunca había trabajado en ninguna ficción, acepta el papel y también se hace cargo de la banda sonora. “Y sin cobrar un peso”, resalta Spiner. “Viajamos todos en un micro y paramos en el Hotel Bamba, de 108 entre 2 y 3, hasta que nos echaron por el bardo y terminamos en el Colón, de 1 y 104”. El breve reparto lo completaban la actriz Sonia Viruboff y Claudio Ginepro, un inocente niño de Villa Gesell que de adulto ocuparía la atención periodística por motivos que nada tuvieron que ver con el cine ni la sensibilidad para el arte.

“Balada para un Kaiser Carabela” fue rodada durante diez días de mayo de 1987 entre un equipo de quince personas y, pese a que sólo fue pasada una única vez en Argentina, alcanzó gran resonancia en Europa, donde fue comprada por Canal Plus de Francia y hasta ganó algunos festivales. Aunque hay unas breves escenas en una zona de médanos del norte geselino, el relato transcurre mayormente entre la extinta casa de video juegos Enjoy y sus adyacencias, lo cuál ameritó cerrar la Avenida 3 entre Paseos 104 y 105 durante todo el tiempo de rodaje.

“La historia habla de un hombre solo que vive en un pueblo desolado que alguna vez tuvo su apogeo, pero que ahora está abandonado”, explicó Spiner. “Una especie de Las Vegas en el medio del desierto, lleno de máquinas de flippers y de luces, pero solamente habitado por este tipo, que está todo el tiempo en pedo y, cada tanto, intenta darle marcha a un auto que nunca arranca. A ese pueblo llegan una chica y un nenito que dicen estar más apurados e ir más lejos. Él les propone pasar la noche ahí y ellos dicen que sí. A él le parece recordarlos, como si ya los conociera, pero ellos no se acuerdan de nada. No hacen nada, están ahí, como andamos nosotros por la vida, sin lograr comunicarse, hasta que finalmente la mujer y el nenito se van. Y vuelven a venir, y vuelven a no recordar nada, y vuelven a decir que están apurados y van más lejos, y a él les parece recordarlos pero no está seguro”.

La presencia de Spinetta realzó no solo el tenor argumental sino también la incidencia sonora, ya que él mismo compuso y grabó con dinero de su bolsillo la música del corto. “Lo hizo casi sin indicaciones”, recordaba Spiner. “Unió sintetizadores último modelo con los sonidos de las máquinas de fichines, e incursionó en el ruidismo para generar un clima denso. Apenas hay una melodía que tararea entre unas vocales y las loopea. Logró una melancolía que no entendés muy bien por qué, pero que te da como un dardo en el alma. La soledad, la tristeza, la desolación, el neón, las luces de colores, el ruido y la nada. Una cosa muy poética, jugada, radical; por lo tanto, hay quiénes pueden salir llorando o decir que es una porquería”.

El Flaco Spinetta personificó a Finney, a quién describió como “un tipo de 55 años, solitario, sórdido y silencioso que habita una ciudad desierta”. Su único paso por un set de filmación había sido durante unas sesiones con el grupo Pescado Rabioso para el film “Rock hasta que se ponga el sol” (1973). Aunque aquella vez, a diferencia de esta, había hecho de él mismo, tocando sobre un escenario montado. “Al principio tenía un poco de miedo porque el papel exige que el personaje casi no se mueva, lo cual contrasta enormemente con mi personalidad electrónica. Se trataba de no-miradas y no-movimientos, todo lo contrario a mí, que soy movedizo, me rasco la nariz, me tiro del pelo”, explicó Spinetta, a propósito de su personaje en “Balada para un Kaiser Carabela”. “Pero me adapté enseguida, y como el clima de la filmación era tan genial y la finalidad era tan artística, yo sabía que cualquier aporte mío tendía validez. Al mismo tiempo, deseaba ser corregido y llevado por el director y el guionista. Fue una experiencia muy buena y el grado de profesionalismo fue terrible. Spiner tiene ideas que rompen todo y es un director denso, en todo su trabajo hay una cuota dramática importante. Acá, si bien el film tiene una mayoría de escenas que son totalmente simbólicas, los detalles fueron de primerísimo nivel. Fue una experiencia muy importante para mí”.

Convertida en un objeto de culto a partir de su nula circulación local, la película fue rescatada de los tiempos por INCAA TV, que la divulgó por su señal en homenaje a Spinetta pocos días después de su fallecimiento. La nostalgia recorre las nervaduras de quiénes ven esa pieza de 20 minutos de duración y advierten como protagonista anónimo al cohete de Enjoy, aquella estructura que irrumpía lateralmente sobre la Avenida 3 como un aguijón en los riñones del microcentro local, y que fue retirada en 2006 tras la eliminación de la denominada “cartelería bandera”. Según Spinetta, “fue un film medio, sin final ni comienzo, transcurriendo en un tiempo que no existió ni existirá”. Ese mismo lugar lo ocupa hoy el único bingo de la ciudad y una fila de taxis que esperan transportar las decepciones de los desafortunados en la timba (“gana el que nunca juega”, sostenía Carlos Gesell), casi tal como le sucedía a Finney cada vez que intentaba en vano darle marcha a su IKA Kaiser Carabela.

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