Pipach, ayer y hoy: buscando secretos por los rincones

Fundado por un conde húngaro expatriado de su país, el lugar funcionó como casa de té, boliche, hotel, lugar de espectáculos y centro cultural; abrió sus puertas en enero de 1953, seis décadas atrás.

El Pipach está lleno de voces que, desde los rincones, tienen alguna historias para contar. De cuando fue una elegante casa de té, o cuando se convirtió en una distinguida boite de la noche geselina; de la época en la que allí funcionó un hotel, y también cuando se llamó La Casona del Conde de Palermo, un escenario por el que pasaron artistas de plena vigencia en aquella década del ’80. Hoy, sesenta años después de haber sido fundado, sobrevive en forma de centro cultural, cobijando talleres de todo tipo e incluso alojando interesantes espectáculos.

Una construcción llena de vidrios (tan llena que, alguna vez, los tuvo hasta en el techo), como una inmensa barrera de espejos frente al mar. Fue ejecutada por el arquitecto Tomás Semsey según los deseos de Esteban Károly, un ex conde húngaro expatriado. Se estableció en Villa Gesell con su esposa, alguna vez princesa Magdalena, y los cuatro hijos de ambos. La familia gastó todo lo que le había quedado de aquella fortuna europea en una obra que demandó cinco años. El grupo de trabajo más duro lo integraron cuatro obreros italianos; tres eran de Calabria, el otro de Nápoles. Los materiales llegaban en carro desde la estación de tren Divisadero.

Además de su vivienda, los Károly explotaron el amplio espacio con fines comerciales. Abrió sus puertas al público el 6 de enero de 1953, hace 60 años. Pipach, en húngaro, significa “amapola”. Una década más tarde, cuando Villa Gesell comenzaba a insinuarse como el destino de los jóvenes informales de la época, el Pipach se transformó en un boliche bailable. Un periodista de la revista Primera Plana publicó una crónica de su noche en la boite en la edición del 16 de febrero de 1965. Y así la describía:

“Esta temporada el lugar in es la boite Pipach, un pequeño hotel de sólo trece habitaciones, embutido en un pozo formado por los médanos, con una pista al aire libre y otra encerrada en una gran vitrina. Bordeado de árboles, Pipach es el sitio más fácil para eludir la vigilancia y abrazarse. Un camino de piedras y plantas que bordea el edificio, debajo de una galería, desemboca en las habitaciones. La arquitectura es casi idéntica a la de la famosa casa de la cascada concebida por Frank Lloyd Wright, pero el agua está a cien metros, en un detonante golpeteo de olas. El éxito de Pipach destronó al tradicional Cariño Botao, ahora señalado como lugar out por los exquisitos, debido a la mayor afluencia de turistas a la villa.”

Agradecemos la información brindada por el Museo y Archivo Histórico de Villa Gesell