Mitos y verdades sobre una especie autóctona en peligro: el escuerzo

Un grupo de científicos realizó un profundo estudio con anfibios tanto de Villa Gesell como del Partido de la Costa para analizar sus conductas, eliminar creencias sobre su falta peligrosidad y, sobre todo, alertar sobre la posible extinción por culpa de la urbanización y actividades agropecuarias.

De este animal se dicen muchas cosas: que «es venenoso», que «muerde y te mata» o «que te chupa el alma». Pero nada de esto es real, solo son mitos que aparecen en el imaginario popular debido a su peculiar aspecto. El escuerzo común ( Ceratophrys ornata) no ataca ni tiene veneno, y es, en realidad, un emblema de la pampa argentina.

Habita únicamente en los pastizales templados de la Argentina, Brasil y Uruguay, aunque en estos dos últimos países no se lo ve desde hace más de 35 años. En la Argentina, su estado de conservación es «vulnerable» debido a la modificación del paisaje de la región pampeana por las actividades agropecuarias y la urbanización. Si no se toman medidas de conservación y de cuidado, la especie podría extinguirse.

Otras amenazas que se ciernen sobre ellos son la aversión por su aspecto y la infundada creencia de que tienen una mordida letal. Paradójicamente, otras personas tienen fascinación por esta especie, situación que promueve el mercado ilegal con fines de mascotismo.

Por todo esto, el Proyecto Gigante de las Pampas -desarrollado y ejecutado por investigadoras y conservacionistas, principalmente con poblaciones de escuerzos en el Partido de la Costa y Villa Gesell- busca estudiar la disminución de la población (de difícil cuantificación porque pasan la mayor parte del tiempo enterrados), sensibilizar al humano sobre las problemáticas de conservación y ayudar a desmitificar su peligrosidad.

Gabriela Agostini, bióloga integrante del Grupo de Estudios sobre Biodiversidad en Agroecosistemas del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (UBA-Conicet) y del Proyecto Gigante de las Pampas, cuenta cómo es trabajar con este anfibio tan misterioso: «Las condiciones ideales para encontrar un escuerzo son bastante singulares. Preferentemente tiene que ser de noche, el termómetro tiene que indicar temperaturas superiores a los 20 °C y tiene que haber llovido muchísimo, de manera que veas los campos inundados”.

Los escuerzos cumplen un rol importante en los ecosistemas, ya que son predadores tope: se alimentan de pequeños vertebrados (roedores, aves y otros anfibios), artrópodos y hasta se conocen casos de canibalismo. Las hembras de la especie miden unos 17 centímetros y los machos, 12, sin contar las patas. Pueden pesar unos 400 gramos.

Como se dijo, casi no se muestran. «La mejor estrategia para buscarlos es revisar los pronósticos meteorológicos y perseguir las grandes tormentas de primavera y verano. Y digo perseguir literalmente, porque se trata de subir al auto e ir visitando los campos inundados que dejan las tormentas en busca de un grito estridente: el canto del escuerzo», relata Agostini. Cada noche que el equipo sale al campo es una aventura.

Agostini detalla: «Nuestro objetivo es realizar acciones de conservación y manejo para la especie basadas en estudios de aspectos distribucionales, genéticos, reproductivos y demográficos. Pero encontrar escuerzos nunca fue tarea sencilla, entonces hace algunos años que venimos reuniendo nueva información de la especie con la intervención y el apoyo de pobladores rurales y ciudadanos vinculados a los ambientes donde habita”.

En 2016 pusieron a prueba un método novedoso y pionero para obtener registros del escuerzo: organizaron encuestas con los pobladores rurales y gente dispuesta a avisarles de cualquier encuentro. Así lograron comprometer a la ciudadanía en el cuidado de la fauna y su ambiente, además de generar información muy valiosa; por ejemplo, lugares donde ha declinado su población, sus períodos de actividad reproductiva, patrones de movimiento y lugares de reproducción. Como explica la bióloga, «uno de los aspectos más interesante de este proyecto es la participación de la comunidad en la construcción de conocimiento científico. Esto se define como ciencia ciudadana y es aquella ciencia que se basa en datos obtenidos por personas que no necesariamente tienen entrenamiento o formación científica académica”.

Invitar a la gente a que esté pendiente del encuentro con los escuerzos al principio no fue fácil. «Durante varios años visitamos diferentes localidades en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa y Entre Ríos, y comenzamos a tejer redes de contactos a través de talleres, charlas y cursos en escuelas, estamentos rurales, centros culturales, ONG conservacionistas y museos. Estas actividades tenían como principal objetivo sensibilizar a los pobladores acerca de problemáticas de conservación del escuerzo que, además, ayudaran a desmitificar su mala fama», comenta la investigadora.

Y es que hasta la literatura contribuyó a generarle esa mala fama que hoy lo pone en riesgo. En su cuento «El escuerzo» ( Las fuerzas extrañas, 1906), Leopoldo Lugones describe a los escuerzos como «animales vengativos», «que no perdonan si se los ofende» y relata una inquietante escena en la que un ejemplar resucita para desquitarse con el joven que lo había matado. Ahora, el Proyecto Gigante de las Pampas tiene como uno de sus objetivos concientizar a la población para contar la verdad de este anfibio emblemático.

(Laura Borsellino – La Nación)