Invasión de tapiocas: Crónica de una insólita psicosis

Durante varios días, los medios nacionales encontraron en nuestra playa una mejor historia que las de las peleas entre jóvenes u operativos policiales: el descubrimiento de estas micro medusas conocidas por cualquiera que frecuenta la ciudad más que tiempo que lo que duran las furtivas guardias periodísticas de temporada alta.

noticias@gesell.com.ar | Un medio, ya no importa cual, difunde una noticia que parece relatada por Orson Welles: una invasión de tapiocas toma por asalto las playas de Villa Gesell y los turistas huyen despavoridos del mar. La información rápidamente se viraliza y los medios, como en tantas otras oportunidades similares, salen a correr la bola por detrás.

Durante varios días se sucedieron, en desfile, desde turistas atacados hasta especialistas en la material. Un diario dijo que estas micro aguavivas de, cuanto mucho, dos centímetros de diámetro, “espantan hasta a los más osados que buscan refrescarse con un chapuzón”, al mismo tiempo que “las piletas de los balnearios también se colmaron, convirtiéndose en los destinos más codiciados”. Móviles en vivo e informes exclusivos atendieron el tema en el lugar de los hechos, como si a alguien le importara.

Cunde el pánico. Al menos eso es lo que creyó quien leyó el diario o vio la tele en su casa, en Buenos Aires, o en cualquier otro lado que no fuera Gesell. Aquí, como también ocurrió en Pinamar, no se vio nada distinto a lo de cualquier otro verano. Cuando el clima está impecable, el cielo despejado y el agua calentita, las playas se llenan de gente pero también de distintos tipos de medusas como las aguavivas o las tapiocas, sus primas inofensivas.

En medio del barullo, casi desapercibidas, quedaron las declaraciones ante la agencia Télam de Agustín Schiaritti. Se trata de un investigador del Conicet que trabaja como especialista en medusas para el Instituto de Investigación y Desarrollo Pesquero, con sede en Mar del Plata. En suma, una voz autorizada. Explicó que la presencia de tapiocas en nuestras playas durante el verano “es un fenómeno natural y muy frecuente”. Y aclaró que, a diferencia de países como Australia, donde la amenaza de medusas amerita políticas públicas, en Argentina “no existen especies mortales, ni mucho menos”.

Es interesante, por otro lado, entreleer la construcción de sentido que los medios nacionales fueron imponiendo a fuerza de repetir que se trataba de una “invasión”, como si las tapiocas “instrusaran” un territorio que no les corresponde, cuando en realidad es todo lo contrario: las tapiocas llegan a estas aguas como parte de un proceso migratorio biológicamente natural para la especie.

De la manera que sea, la toxina que las tapiocas liberan desde sus microscópicos tentáculos, el fluído que perturba al humano, produce, cuanto mucho, irritación en zonas sensibles como

los ojos, la boca, las axilas o los genitales. Un veneno que genera molestias, pero nunca catástrofes. Y que puede mitigarse, por ejemplo, con una simple ducha de agua dulce y fría. La ducha que tal vez no pudieron darse aquellos colegas sumergidos en la olla de las necesidades periodísticos del verano.