La curiosa historia del animador de Mar de las Pampas en Concierto

Pablo Saraví es uno de los principales violinistas del Teatro Colón e interpretará “Las 4 estaciones” de Vivalvi este lunes en la Capilla Nuestra Señora del Valle. Hace dos años tocó de incógnito media hora en un subte para ver la reacción de la gente y sucedió algo muy curioso.

noticias@gesell.com.ar | El próximo lunes se reeditará el ciclo Mar de las Pampas en Concierto con Pablo Saraví, quien interpretará de “Las 4 estaciones” de Vivaldi. Saraví fue co-director de la Camerata Bariloche y es actualmente uno de los violinistas más prestigiosos del Teatro Colón. Este espectáculo de lujo será ofrecido en la Capilla Nuestra Señora del Valle.

En abril de 2013 el violinista se hizo conocido por una curiosa acción que consistió en ofrecer un concierto de media hora en el nudo del subte porteño que une las estaciones Carlos Pellegrini, 9 de Julio y Diagonal Norte. De incógnito y en horario pico, Saraví tocó obras de Bach, Mozart y Vivaldi, entre otros.

Vestido de jean y camisa, en medio de una marea de gente apresurada, y con el ruido de maquinarias de fondo, el concertino sacó su Carlo Ferdinando Landolfi, construido en Milán en 1770, y se propuso seducir a la ciudad de la furia.

Pasó inadvertido para la mayoría. Hasta una señora se acercó a preguntarle si conocía cierta dirección, y otra a preguntarle su teléfono para tomar clases. Pero Saraví respondió cordialmente y siguió con su concierto; sin aplausos, sin gala y con poca atención.

Unas dos mil personas pasaron por el lugar, pero sólo doce detuvieron su marcha para escucharlo. Un único hombre lo reconoció, de haberlo visto alguna vez en el Colón. Fue Lautaro Vascos, músico, de 25 años que iba camino al trabajo. «Me parece increíble que un artista de este nivel esté haciendo esto en este contexto», dijo al verlo.

«¿Mamá, me comprás un violín?», preguntó una nena de unos tres años mientras caminaba de la mano de su madre. Se frenaron por un segundo a escuchar juntas y retomaron la marcha. Hubo un joven que se detuvo a escuchar una parte del concierto: la primera sonata y las partitas dos y tres de Johann Sebastian Bach. Saraví había decidido tocar esta pieza clásica por ser «una obra muy conocida, atemporal» y por tener «algo espiritual».

Saraví actuó media hora, tiempo en el que recaudó 76 pesos. Si esa ganancia fue proyectada a lo largo de ocho horas de trabajo diario con dos francos a la semana, su rinde sería de 24.400 pesos, exactamente el doble de lo que en ese entonces el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le pagaba por su cargo de concertino en el Teatro Colón.

«Al margen del dinero, esta experiencia tiene que ver con cómo una persona que está distraída o apurada puede llegar a apreciar una manifestación artística en un lugar que no es el habitual», le confesó Saraví en ese entonces al Diario La Nación. «La gente fue muy respetuosa, y no fue raro que pocos se hayan detenido. Esta no es la música que se escucha siempre en este lugar», sostuvo ni bien terminó la experiencia.

«Así como yo estoy acá, hay otros miles de artistas en la ciudad haciendo lo mismo; hay para todos los gustos. Lo importante es despertar un poco la conciencia», sostuvo. «En las ciudades grandes se da un cierto fenómeno, que es que cada uno está en lo suyo, lo que no quiere decir que la gente sea insensible», concluyó.