“Una sociedad que debate su existencia es más libre”

A Gastón Churrupit muchos lo conocen por su carrera futbolística. Pero eso es pasado: después de terminar Filosofía en la UNMDP, vuelve a Gesell para proponer un interesante ciclo en El Ventanal. En esta nota desarrolla la idea en primera persona.

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En Villa Gesell, el apellido Churrupit está asociado invariablemente con el deporte. Carlos es quién más tiempo ejerció como Director del Polideportivo, Facundo es el jugador que más veces salió campeón con el Atlético y Rocío asoma como uno de los mejores talentos del fútbol femenino doméstico.

Gastón no se queda atrás: hizo inferiores en Gimnasia y Estudiantes y realizó una interesante carrera por históricos equipos de ascenso como Gimnasia y Tiro de Salta y Talleres de Córdoba. Pero el destino le guardó un rumbo inesperado. El misterioso y magnético mundo de la filosofía se entreveró en su vida cuando él soñaba con convertirse en un destacado arquero de fútbol profesional. Su fanatismo por Navarro Montoya fue menguando ante la fuerza de Ortega y Gasset, Platón, Heidegger y Heráclito de Parménides.

Su reciente retiro del fútbol viene con un agregado: su título de Profesor de Filosofía en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Dudas que llaman a más dudas, inquietudes que se hacen carne y la insoportable levedad de un ser que se asume finito pero no se conforma con ello lo llevaron a empujar un ciclo de charlas abiertas en El Ventanal los martes y viernes de verano entre las 20 y las 21.30 hs. Allí desmenuza a grandes pensadores y los recompone según las inquietudes del hombre y la ciudad que habita.

Gastón contó este curioso camino en primera persona y PULSO GESELINO publica sus testimonios casi de manera textual, en primera persona, sin cortes ni interrupciones. Pasen y lean.

 

El origen de todo. La decisión de emprender este camino interminable y de búsqueda constante que implica la filosofía se debió a múltiples causas. Hoy podría reconocer una aptitud o un interés precoz a ciertos cuestionamientos sobre lo que vivenciaba, pero eso le sucede a todas las personas. La otra causa que podría desencadenar dicho estudio puede ser la parte empírica, la experiencia de haberme ido a La Plata a jugar al fútbol y vivenciar la posibilidad de frecuentar lugares que nunca me imaginaba, y escuchar cosas sobre determinadas ideas que me maravillaban.

Paralelamente con la práctica futbolística terminé mis estudios secundarios en La Plata y decido comenzar a estudiar el Profesorado de Educación Física. Fueron dos años absolutamente enriquecedores en donde conocí gente muy politizada, entre ellos profesores de Filosofía que no recuerdo sus nombres, pero sí recuerdo los textos que nos daban, todos ellos de Carpio, un docente de la UBA que sacó un libro resumiendo la idea de algunos filósofos importantes. Es fue la primera materia que dí y metí un 9, hasta yo me sorprendí. Por otro lado conocí gente que frecuentaba el Partido Comunista y me acercaba textos que devoraba, todos con orientación marxista: desde “Marx para principiantes” hasta “El Capital”, historias sobre las revoluciones cubana y soviética y hasta la participación en las marchas y piquetes que sucedían en cantidad en ese entonces, estamos hablando de los años 1999, 2000 y 2001.

La dura experiencia en Haití. Ahí comencé a interiorizarme por la parte humana y política, pero mi mente y mi cuerpo estaban metidos en el fútbol, en poder hacer de eso mi profesión. Sentía que del fútbol no solo disfrutaba su práctica, sino que además me brindaba experiencia. Podía vivir un tiempo en distintos lugares, conocer gente distinta y sentía que eso me enriquecía como persona, pero la filosofía había quedado ahí, solo seguían lecturas políticas e históricas pero sin sumergirme en textos filosóficos. Hasta que llegó la oportunidad de jugar en Haití. Había leído sobre la pobreza de América, “Las venas abiertas de América Latina” de Galeano, un texto que me partió la cabeza y me dio mucha rabia saber lo que otros habían padecido. Yo pensaba: “algo tengo que hacer, no me puedo quedar así en la vida solamente tratando de que no me hagan goles mientras la gente sufre tanto por cuestiones que podrían tener solución”. ¡El ser humano no puede tolerar eso! Esas cosas pensaba y siempre sentía un impulso irrefrenable, es el mismo que me llevo a irme a los 16 años de Gesell con las ganas de vivir del fútbol. Haití me mostró lo que venía leyendo en libros en carne cruda, niños con la panza hinchada producto de su desnutrición, sin agua, sin luz, sin gas, casa de barro. Cuando llegué, no paraba de llorar, no lo podía creer. Y ahí comenzaron las preguntas, como surge todo impulso al filosofar producto de la sorpresa, del asombro, de la duda, y de la vivencia de sentirme que no sé si podía cambiar todo lo que quería, todo eso me llevó a preguntarme sobre la felicidad, sobre lo bueno o lo malo, el sufrimiento, la existencia, los sueños, etc. No estaba siendo conciente de que me estaba metiéndo de lleno en dudas absolutamente filosóficas.

La vuelta a Argentina. Llego a la Argentina muy movilizado después de ese viaje, tratando de macerar lo vivido y no fue un momento grato. Comencé a vivenciar pensamientos y sensaciones raras que no sabía que era, aunque con el tiempo pasó. Un día recuerdo bien el momento: estaba jugando en Acassuso y un compañero decide invitarme a comer a su casa, a lo que accedo felizmente. Él vivía en la villa La Cava con toda su familia, que eran siete, en una casa de un solo ambiente. Él dormía con su hermano en una cama de una plaza; el festejo fue precario. Me fui del cumpleaños otra vez impactado porque me volvían las imágenes de Haití, pero ahora en mi país. Frecuenté La Cava con la intención de crear una biblioteca, pero mi finalización del contrato con Acassuso dejó ese proyecto en el aire. Ese mismo día que regreso del cumpleaños prendo la tele y veo a José Pablo Feinmann en su programa de Canal Encuentro. Lo escuche hablando de Sartre y de Heidegger y quede alucinado. ¡Era eso lo que me venía preguntando! No lo podía creer: había gente que pensó bien y pudo redactar correctamente inquietudes que tenía y nuevas inquietudes que hacían aflorar nuevos modos de ver el mundo. En ese momento me dije “¡Yo tengo que estudiar esto, comenzar a leer ya!”.

Línea de tres con Sócrates, Platón y Aristóteles. Corría junio del año 2008 y pensaba iniciar, no sabía dónde ni sabía de qué se trababa, pero sentía el impulso irrefrenable de ir por ahí. Tal es así que me fui a la UBA y pregunte si podía presenciar algo que tuviera que ver con filosofía. Presencié algunas clases de filosofía antigua, filosofía política, y algún seminario de otras carreras, comencé a leer textos filosóficos de la antigüedad, los diálogos platónicos me generaba alegría tristeza, sentía que no solo me gustaba sino que mi cuerpo iba a ir en eso, que cada lectura no iba a ser una experiencia intelectual sino que mi cuerpo iba también en ello. Cuando leía diálogos relacionados con el amor, la amistad, la muerte, la bondad, y lo encontraba a Sócrates preguntar y aguijonear a la gente que caminaba comencé a ver a la filosofía  como una práctica revolucionaria, me di cuenta que el mundo se ha tratado de cambiar violentamente y… ¿cuánto hemos logrado? Quizás la forma que enseña Sócrates puede que despierte modos de pensar que nos permita ver la realidad desde otro parecer y poder develar certezas ocultas. También se sumaban lecturas de  los llamados Presocráticos como Tales. Cuando pude leer su cosmovisión de que todo viene del agua y la imaginación de un planeta apoyado en un plato cubierto con agua, no lo podía creer. La capacidad imaginativa y argumentativa a la hora de sostener una idea anclaba en mí muchas dudas, pero también muchas certezas. Aristóteles “La política”, Descartes “meditaciones metafísicas” y con esos textos leídos y algunos pocos comprendidos. Comencé a imaginar el puente que sucedía entre el texto y la cotidianeidad, pero todavía no era claro eso llevará un tiempo darme cuenta cuál creía que debería ser la función de la filosofía en el entramado social.

Venir a Gesell, ir a los libros. Aunque tenía seis meses más de contrato, decido rescindir con Acassuso y vuelvo a Gesell. Trabajé en una librería porque quería estar en contacto con los libros, tenía una necesidad irrefrenable de relacionarme con ellos, de leerlos, ya no solo la filosofía. ;e interesaba todo libro que debía limpiar, leía su reseña, era un trabajo increíble. Trabajé en El Ventanal ese verano del 2009 y ahí me fui a Mar del Plata para de una vez por todas comenzar la carrera de Profesorado en Filosofía. En poco tiempo llegué a tener muchas materias dadas, debido a mi alta curiosidad sobre el tema. Paralelamente debía cubrir los gastos, así que comencé a jugar en Circulo de Otamendi, un club de la Liga Marplatense, hasta que me ofrecieron jugar en Unión y accedí, aunque mi cabeza ya había cambiado de rumbo: el mundo de la filosofía absorbía todo mi interés cada vez más, pero debía recibirme para abandonar el fútbol, que era mi ingreso y mi sustento de vida.

El fútbol ha sido una gran escuela de vida, me ha dado la posibilidad que me paguen por jugar, eso trae consigo aspecto positivos y otros no tanto, por un lado la posibilidad de conocer muchas personas y vivir en diferentes lugares, pero por otro lado uno se sumerge en una lógica bastante cruel, la vida de un jugador de fútbol profesional requiere de ciertas condiciones necesarias que no siempre convergen en momentos positivos, la lógica del futbol es bien visceral: vales si proporcionar resultados positivos, al no hacerlo se sufre una gran deshumanización. El jugador de fútbol (potenciado a mi mediocridad como jugador) sufre un terrible mercantilización de su cuerpo y la lógica interna a pesar de ser un juego colectivo predomina un absoluto individualismo donde la mayoría buscan ser parte y así progresar. Es ahí donde se da una lucha encarnizada entre jugadores, la necesidad de intermediarios, técnicos y dirigentes.

La lógica del arquero. Si hago un análisis deportivo de mi carrera, puedo decir que fue más que positiva. Fueron casi 15 años en los que pude dedicarme a una actividad y a un puesto que seguramente tiene condimentos filosóficos. El rol del arquero es el puesto más reflexivo, debidos a una escasa participación en el juego (en cantidad no en calidad, ya que las participaciones son definitorias), provoca momentos de mayor reflexión y la posibilidad de tener una mirada distinta del juego que se está realizando. El arquero debe ser el futbolista más pensante del equipo, en él comienza la confianza que puede adquirir el equipo. Un arquero es parte de un equipo pero juega su partido, se viste distinto, puede tocar la pelota con la mano, etc. Posee reglas distintas a los otros, eso lo hace diferente, pero en un contexto donde se busca que cada vez existan más goles las reglamentaciones no lo favorecen, aunque siempre logra adaptarse y seguir creando buenos arqueros. Recuerdo unas palabras de Albert Camus sobre ese puesto, ya que él fue arquero: “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol” (…) “aprendí que la pelota nunca viene hacía uno por donde uno espera que venga, eso me ayudó mucho en la vida” (…) “también aprendí a ganar sin sentirme Dios y a perder sin sentirme basura”.

Filosofía por y para el otro. A lo largo de la carrera comencé a tener inclinación en el aspecto social que podía llegar a tener la filosofía y sumado a personas que admiro en lo que hacen, como Feinmann y Dario Z (en roles diferentes pero como precursores de la divulgación de la filosofía) tuve la intención con compañeros de la Universidad y de militancia de salir a la sociedad y dar a conocer lo que hacíamos, lo que estudiábamos, y de alguna manera retribuir a la gente la posibilidad que teníamos nosotros de estudiar en una educación pública. Creyendo en la acción transformadora que posee la filosofía, en la posibilidad de pensarnos, y así pensar al otro, visibilizarlo y poder acordar para que no solo mi vida sea agradable sino que todos podamos tener las mismas posibilidades. La filosofía está constituida por el otro, escuchar al otro permite viajar por nuevos modos de habitar y pensar el mundo. La filosofía supone argumentación y es ahí donde considero que debe generarse el combate. Todas estas formas de considerar la filosofía como actividad revolucionaria me llevaron a querer transmitir a la sociedad, no lo que yo pienso porque poco vale, sino presentar a los diferentes autores que tuve la posibilidad de leer y así aquellas personas no versadas o que poseen alguna inquietud o cuestionamientos, como los tuve yo en su momento, puedan encontrar en la filosofía alguna que otra pregunta más y en ese camino alguna que otra certeza ante tanta incertidumbre. Es ahí donde quede maravillado con los modos de Feinmann y Dario Z, sobre todo con la conexión entre la música y la filosofía que postula éste último.

Los encuentros en El Ventanal. El encuentro que estamos realizando en El Ventanal, aquel lugar donde quise tener mi primera experiencia laboral libresca, se debe en parte a las influencias de todas estas personas que me ofrecieron modos de acercamiento de la filosofía a la sociedad. El espacio tiene aspectos del espectáculo de Darío Z, pero la estructura es diferente. Son cuatro encuentros de diferentes temáticas (la filosofía, la existencia, la amistad, el bien y la felicidad) y cada presentación tiene una dramatización con actores locales, músicos locales, artistas plásticos locales, y la gente tendrá una participación directa en el encuentro por medio del debate final sobre el tema expuesto. “Filosofía por el otro” tiene la intención de divulgar la filosofía, pero que todos construyamos el momento y filosofemos. La expresión artística, tanto la dramatización como las canciones musicales, tendrán un eje conceptual y la exposición será cruzada por dichas prácticas artísticas. Hablaremos de cine, hablaremos de la historia nuestra, habrá ejemplos relacionados con la historia de Gesell para que podamos intentar comprendernos. La idea es que el espacio tenga una impronta del lugar, hacemos filosofía pero estamos parados en Gesell con una determinada historia que no podemos obviar. Mi propósito es a corto plazo, poder armar un buen producto para que la gente pueda ver algo de calidad y nuestro, presentar el arte que hay en Gesell, los artistas notables y seguir con este tipo de proyectos, la docencia y la investigación.

Pensar y repensar Villa Gesell. Considero que Heidegger revolucionó la manera de hacer filosofía proponiendo una metafísica distinta, indagando el ser, desde lo llano, desde el mundo de la vida. Propone una existencia móvil, una existencia que se propone analizar los modos de presentarse esa existencia, los modos de ser. Y es ahí, cuando analizamos los modos de ser heideggerianos, donde aparecerán los ejemplos de la historia de Gesell, el cambio de proyecto que tuvo el fundador primero, la intención de que este lugar sea generador de maderas para su negocio y cambiar para ser un lugar turístico, en ese ejemplo se piensa la existencia como posibilidad, ya no pensarla como algo real clausurado sino con posibilidad a cambios. Ese debe ser un aprendizaje en los tiempos de hoy con la discusión o tensión que se genera entre mantener  un lugar exótico que albergue un turismo distinto, con sus particularidades, o la posibilidad que ya está presente de ir teniendo la necesidad de las grandes urbes turísticas. Creo que debemos estar abiertos a los cambios y no caer en los dogmatismos, la ciudad ya excedió al mismo fundador y no podemos seguir hablando de las intenciones de Carlos porque hoy Gesell es otro y debemos resolver los conflictos que cada vez tienen la tensión propia de las grandes ciudades. También se pondrá el ejemplo del “geselazo” como la intención de generar nuestra propia interpretación, ya no ser una ciudad pensada sino ser una ciudad pensante, tomar ese evento como el inicio de un recorrido arduo hacía la autonomía.

A mi entender está ciudad tuvo la particularidad de recibir al distinto al marginado al perseguido aquel que viene en busca de lo que no hay en otro lado, eso se le puede seguir ofreciendo manteniendo cierta estructura que albergue dichos requerimientos pero estar abiertos a recibir al otro, no convertirse en una ciudad que clausure al otro, al distinto, porque en su gestación adquirió ese rol. Es necesario que en los ámbitos educativos se hable mucho de la ciudad, de la historia y del proyecto, debe ser una construcción colectiva que se represente en la voluntad de la mayoría. Somos una ciudad joven que, nos guste o no, va sufriendo modificaciones y debemos gestionarlas y poder pensarnos. Una sociedad que debate su existencia es más libre. Debemos preguntarnos al ser una ciudad que depende de las condiciones climáticas favorables (el calor) qué hacer cuando ese calor no está y, como consecuencia, el turista (su gran mayor generador económico) tampoco. La intención de “Filosofía por el otro” es pensarnos. Todos podemos opinar, solo hay que atreverse y brindar espacios para que lo hagan. Es hora que los políticos generen un verdadero debate sobre la existencia de nuestra ciudad y así poder acordar, siempre tensionando porque esa es la política, ponernos de acuerdo hacía donde queremos ir.