Cuando Gesell fue el paraíso de la juventud (IV): La cuna del rock

Otra entrega del gran trabajo de investigación realizado por el Museo y Archivo Histórico de la ciudad. Este capítulo se detiene en dos hitos fundamentals para entender este proceso: el Juan Sebastián Bar y Los Beatniks, artifices geselinos de la primera grabación de lo que hoy se conoce como “rock nacional”.

noticias@gesell.com.ar | Las décadas de 1960 y 1970 trajeron profundos cambios en el mundo occidental. La revolución sexual con la píldora, la guerra de Vietnam, los Beatles, el nacimiento del movimiento hippie, las guerrillas y la Revolución cubana, la muerte del Che Guevara, el Mayo francés, Woodstock, la llegada del hombre a la Luna; la dictadura de Onganía en la Argentina, el Cordobazo, el golpe cívico militar de 1976.

Mientras todo esto pasaba, la pequeña Villa Gesell se transformó en la meca de las vacaciones para miles de jóvenes argentinos, que encontraron aquí la posibilidad de crear, de vivir en contacto con la naturaleza, en libertad y sin formalidades.

Un profundo trabajo publicado tiempo atrás por el Museo y Archivo Histórico de Villa Gesell da cuenta de todo este proceso. El numero equipo de investigación, liderado por la inolvidable Mónica García, contaba con Loudes Puentes, María Siste, Susana Valerga, Verónica Río, Irene Balmayor, Maribel López Fuentes, Teresa Martín y Annie-Laure Taron.

PULSO GESELINO reproduce ese maravilloso análisis en distintos capítulos. Este, cuarto, habla de dos hitos fundamentales para entender este proceso: el Juan Sebastián Bar y Los Beatniks, artífices geselinos de la primera grabación de lo que hoy se conoce como “rock nacional”.

 

LA MÚSICA: AQUÍ NACIÓ EL ROCK ARGENTINO

Si pensamos en la música de la década de 1960, tal vez lo primero que se nos aparezca sea la imagen de los cuatro muchachos pelilargos de Liverpool. Los Beatles son un verdadero símbolo de los cambios culturales y sociales de aquella década. “Tuvieron una influencia tremenda en nosotros”, afirmó en una oportunidad el gran Luis Alberto Spinetta (en el programa de TV “¿Cómo hice?”, del Canal Encuentro), por citar solo un ejemplo de los más significativos en el rock argentino.

Es precisamente en esta década cuando se funda el rock argentino. Ya a fines de los años 50 había irrumpido el rock and roll de los Estados Unidos, con bandas que hicieron furor en la Argentina, como la de Bill Halley. Con ella nacieron los primeros rockeros de nuestro país, con Eddie Pequenino al frente. Más tarde, surgió Elvis Presley, que tuvo sus seguidores locales, como el popularísimo líder de Sandro y los de Fuego. En 1957 se forman Los Cinco Latinos, con su estrella femenina Estela Raval (una líder mujer era algo fuera de lo común) y una onda que semejaba a Los Plateros.

Pocos años después, los chicos y chicas de El Club del Clan, Johnny Tedesco, Palito Ortega, Violeta Rivas, Chico Novarro, Nicky Jones, Lalo Fransen, Jolly Land, Horacio Molina, Raúl Lavié, entre otros, llegan con toda clase de ritmos y logran un éxito televisivo arrasador en 1963, que no volvió a darse nunca más para el grupo. Era la “Nueva Ola”. Simultáneamente, llegaba a la Argentina la “beatlemanía”, para modificar de raíz el gusto de los jóvenes y abrir un panorama nuevo para la música, contracultural.

La televisión y la recién nacida radio a transistores contribuyeron a difundir los nuevos ritmos y cantantes. Y los tocadiscos portátiles (¡Los Winco!) eran infaltables en los picnics de la primavera.

Pero fue en el mundo “subterráneo” de Buenos Aires, el ámbito “underground”, donde comenzó a gestarse el rock nacional. Jóvenes bohemios, pensantes, de clase media (para abajo), poetas y músicos de alma, empezaron a reunirse en espacios marginales, como La Cueva, un local musical nocturno de Pueyrredón al 1700, o la legendaria pizzería La Perla, de plaza Once, un bar que nunca cerraba sus puertas; la Plaza Francia o el Auditorio del Instituto Di Tella, de Florida al 900. Músicos que llegarían a ser grandes nombres del rock nacional se reunían habitualmente en estos lugares: Lito Nebbia, Ciro Fogliatta, Mauricio Birabent (Moris), Pajarito Zaguri, Javier Martínez, Claudio Gabis, Pappo Napolitano, Miguel Abuelo, Tanguito, entre tantos otros.

La historia de Moris nos toca muy de cerca a los geselinos. En una entrevista para el número uno de la revista La Tres, de enero de 1999, Moris recuerda: “Vine por primera vez en 1965. En 1966, con tres socios teníamos una discoteca en 107 y 2, donde ahora está el residencial Arco Iris. Se llamaba Juan Sebastián Bar. Ahí empezamos a hacer las primeras canciones. Yo tocaba la guitarra con Javier Martínez, de Manal. En realidad, Manal todavía no existía. Me acuerdo que hicimos un recital en el cine Atlantic y después tocamos en el Club Social. (…) bueno, en Gesell empezaron muchas cosas. Imaginate que La Cueva todavía no existía”.

Fue en Villa Gesell donde se habló por primera vez de “rock nacional”, aquí formó Moris su banda Los Beatniks, junto a Pajarito Zaguri y Javier Martínez. En junio de 1966, Los Beatniks graban en Buenos Aires, para la CBS Columbia, su primer y único disco simple: “Rebelde”, compuesto en Villa Gesell por Moris y Zaguri (con “No finja más” del lado B), considerado el primer disco simple del rock nacional.“Rebelde es mi corazón / soy libre y quieren hacerme / esclavo de una tradición. / Todo se hace por interés / porque este mundo es al revés / si todo esto hay que cambiar / siendo rebelde se puede empezar. / ¿Por qué el hombre quiere luchar, / aproximando la guerra nuclear? / ¡Cambien las armas por el amor / y haremos un mundo mejor!”. No fue un éxito de ventas, y poco después la banda se separó. Pero pasó a la historia, por ser la primera en grabar un simple de rock argentino. Un rock que dejaba de imitar, para empezar a pensar y dar respuestas a un mundo que no le gustaba.

El 16 de diciembre del año 2000, se hizo en Villa Gesell un homenaje a Moris, organizado por la periodista Romina Magnani. Se colocó una placa en el frente del Hotel Arco Iris, tallada en madera por los famosos artesanos de El Principito, donde se lee “Aquí funcionó Juan Sebastián Bar, donde Moris y sus amigos dieron inicio al movimiento del rock nacional. Verano 1965 / 1966. Villa Gesell”. Emocionado y agradecido, Moris declaró ese día: “Este lugar es mágico, tiene un polo magnético que permite crear, aquí viven músicos, artesanos, creadores”. Recibió los saludos y adhesiones de muchos colegas: León Gieco, Los Auténticos Decadentes, Celeste Carballo, Luis Eduardo Aute, Víctor Manuel y Joaquín Sabina, entre otros, y ofreció un show donde todo el público coreó sus grandes temas: “Rebelde”, “Ayer nomás” y, por supuesto, “El oso”…

Ahora, volvamos a los 60. En realidad, a unos años antes (“Yo soy anterior a la generación del rock”), cuando comenzaba a cantar un muchacho que sería “el juglar de Villa Gesell”, Carlos Barocela. El joven de Haedo, estudiante de Letras y después de Agronomía, que se inició cantando temas folclóricos con su guitarra, se enamora de estos paisajes de mar, playas y bosques y comienza a componer canciones, baladas que hablan de la Villa. El primero de esos temas, “Villa Dormida”, se edita en 1957, en un simple, cuya elogiosa portada escribió nada menos que María Elena Walsh, poeta magistral, cantante y autora de temas inolvidables para varias generaciones de argentinos. Dice María Elena: “(…) Carlos Barocela, asiduo enamorado de la villa, en este disco empieza a cantarle. De este comienzo pueden desprenderse -entre otras- algunas premisas: que una canción auténtica pocas veces es ‘alegre’ (léase ruido al cohete). Que la melancolía es quizá una forma de inconformismo y, por lo tanto, propia de una juventud con seso. Que estas canciones son importantes (léase necesarias) porque en medio de tanta pachanga importada, banal, adulterada (léase obvia) aparece un solitario que se suma a los pocos que crean en serio y le cantan –por fin- a un pedazo de su (léase nuestro) país”.

“Villa dormida”, poesía pura, comienza: “Tardes azules de la Villa / paisaje de mi corazón / lluvia de estrellas la noche / y en el aire flotando una canción. (…) Villa dormida, tus caminos van/ subiendo como sube una canción / desde la orilla tibia de tu mar / hasta la orilla de mi corazón”. En una entrevista para el periódico Ecos de Villa Gesell, de febrero de 1977, dice nuestro juglar: “(…) estas canciones de la Villa tuvieron en su momento mucha repercusión nacional y también internacional. Fueron editadas en España, Méjico, Venezuela, Perú y hasta hubo un disco mío editado en Estados Unidos”. Y luego vendrían otros temas igualmente inolvidables, como “Muchacha del mar” o “Tu nombre en la arena”. Carlos Barocela sigue visitando puntualmente la Villa, sin faltar un solo verano, desde aquel marzo de 1950, en que lo trajeron sus padres por primera vez.

En los ’60 y ’70, Villa Gesell fue también el lugar donde muchos de los famosos cantantes de hoy hicieron sus primeras presentaciones, o afianzaron sus carreras artísticas, en boliches, clubes, cine-teatros y café concerts: Luis Alberto Spinetta, Piero, Gianfranco Pagliaro, Nacha Guevara, Facundo Cabral, Celeste Carballo, Alejandro Lerner, entre tantos otros. Nacha Guevara, por ejemplo, “un patito feo irreverente que le hacía pito catalán a la dictadura de Onganía desde el entonces naciente café concert”, según la definió el crítico Pablo Sirvén en una nota de La Nación, del 17 de abril de 2011, cantó en Villa Gesell sus “canciones de protesta”. Uno de sus temas, acaso de los menos conocidos, titulado “Pedro”, trata con ironía y audacia el vínculo convencional de pareja: “Con Carlos fue así: / Veraneábamos en cuartos vecinos / en un hotel de Villa Gesell. / De noche él me pedía / fósforos o el diario / no me acuerdo bien. / La cama era tan ancha / que se quedó a dormir.”

 

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1- Introducción (click acá)
2- Los Inconstantes (click acá)
3- La bohemia (click acá)